viernes, 17 de julio de 2009

juego...

“No debería estar haciendo esto” pensó ella. Pero no dejó de hacerlo.

-Te propongo un juego, sanguijuela rubia.

-No jugaría contigo ni aunque amenazaras con hacerme oír tu repertorio completo de chistes pésimos de rubias, chucho asqueroso.

“No merece la pena” se dijo a sí misma. Y no la merecía. No valía en absoluto la pena correr tantos riesgos siendo el beneficio tan efímero y la pérdida tan insoportable (con el significado real de la palabra).

-¿Tienes miedo, chupasangres?

-Si eso es lo que crees tienes aún menos cerebro del que creía, perro sarnoso.

“Esto no es amor” se recordó, aunque no hacía falta. Si había algo que brillase por su ausencia en esa situación era amor. Amor, del verdadero, del que conecta a dos personas de forma milagrosa, era lo que ella tenía con Emmett. Era lo que hacía que el Paraíso estuviera a la distancia que había entre su piel y la de él. Era lo que removía algo en su pecho (dónde antes latía un corazón) cada vez que sus carcajadas resuenan en el aire. Era lo que la impulsaría a dar su vida por él sin dudarlo, lo que la hacía seguir soportando esa existencia sin propósito ni fin sólo porque él se encontraba a su lado. Amor, era lo que ahora mismo, no sentía.

-Eso significa que juegas conmigo.

-¿Vas a estar así todo el día?

-Sólo hasta que aceptes.

Él también era enorme. También era musculoso (aunque no llegaba a culturista) y su complexión era tan grande que amedrentaba. Su personalidad también tuvo en algún tiempo tal luminosidad que llevaba a compararlo con el sol. Poseía también un gran sentido del humor y podía ser salvajemente apasionado; y Rosalie sabía que si le propusiese destruir una casa aceptaría el reto encantado. Pero ni era Emmett ni hacía sentir a Rosalie que había algo por lo que esa existencia valía la pena.

-Jamás.

-Eso es mucho tiempo.

-Estupendo, porque a mí me sobra.

-Entonces te quedarás eternamente con la duda de qué quiero proponerte. Y ten en cuenta que en tu caso es literal.

-Nunca lo olvidaría. Pero, ¿realmente piensas que no tengo cosas más importantes que hacer que pasarme el día meditando a qué quieres jugar?

Su piel era demasiado oscura, su voz demasiado áspera y su cuerpo demasiado caliente. Olía a algo demasiado asqueroso para que Rosalie pudiera evitar arrugar la nariz cuando sus labios chocaban, acercándola a él más de lo que había jurado que nunca estaría (a menos que fuese por encima del cadáver de él o de sus propias cenizas). La trataba con demasiada ferocidad y falta de cariño (porque, realmente, no lo sentía) y contaba demasiados chistes a su costa para que Rosalie pudiese sentir algo más que unas ganas inmensas de arrancarle la cabeza cuando ese juego acabase. Pero nunca lo hacía.

-De acuerdo. Dado que no cambiarás de opinión…

-¡Increíble! El chucho ha pensado.

-… te convenceré con una demostración práctica.

Ella siempre volvía a acudir a sus citas, el ganador siempre estaba demasiado poco claro para dejar las cosas tal cual. Se había dejado involucrar demasiado en esa espiral enfermiza de besos como mordiscos, caricias obscenas y rasgar de ropas en un oscuro rincón del bosque. Quería dejarlo, debía dejarlo, y sin embargo… volvía. Por mucho que supiera que para él era una forma de aliviar y olvidarse del sufrimiento, por mucho que temiera tanto que Emmett lo descubriese, por mucho… Tal vez es por eso por lo que Jacob Black la ha vuelto adicta a su juego. Porque es capaz de cubrir esa faceta de la personalidad de Rosalie a la que le gusta el peligro que ya pocas cosas en este planeta le pueden ofrecer (y en las cuales no viene implícito poner en riesgo a su familia, como siempre ocurre cuando Bella Swan está cerca).

Antes de que a Rosalie le diera tiempo a hacer nada Jacob ya la tenía aplastada contra la pared y la estaba besando con furia. Y antes de que pueda tomar control de su propio cuerpo, le estaba correspondiendo.

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