miércoles, 18 de febrero de 2009

labios rojos




Bella contuvo un escalofrío al notar de nuevo la mirada de Rosalie Cullen. No quiso alzar la vista para no encontrarse aquellos oscuros ojos que sólo le dirigían miradas furiosas o despectivas.

Empezaba a arrepentirse el haber ido a la casa de Edward sin haber estado segura de que él estuviera allí (o cualquier Cullen menos Rosalie).

Pensó que nunca averiguaría con exactitud qué era lo que le ocurría a la vampira cuando ella andaba cerca. Tanto Alice como Edward le habían dicho que por lo normal, Rosalie era una prepotente, por lo que no tendría porqué preocuparse. Y sin embargo lo hacía. Aquellas miradas no eran normales.

- ¿Tardarán mucho en llegar? –se oyó preguntar en un quedo murmullo.

Rosalie tardó en responder, pero al final lo hizo con un tono furioso y contenido.

- No lo dijeron.

- Oh.

De nuevo aquella mirada que la hacía imaginarse como una mosca encima de la comida o peor.

Tragó saliva con nerviosismo y se acomodó mejor en uno de los sillones del salón mientras intentaba no dirigir ni una miradita a su “anfitriona”. Rosalie no se sentó, ya que no le hacía falta, aunque empezó a caminar delante de ella a la vez que la fulminaba.

Pasaron las horas (minutos) y Bella empezaba a sentirse muy, muy nerviosa, incluso notaba las mejillas rojas por los nervios. Jugueteó con las llaves del coche haciendo un molesto tintinear.

- Detente –le espetó Rosalie.

Los dedos de Bella se quedaron estáticos enseguida y sus mejillas volvieron a ponerse más rojas aún que antes. Apretó los dientes.

- ¿Cuánto les quedará? –inquirió la chica varios minutos después.

- No lo sé.

- Rosalie...

- ¿Qué? –parecía que le quedaba poco por perder la paciencia.

- Nada.

Rosalie emitió un furioso siseo y continuó con su incansable caminar.

Casi sin darse cuenta, sus dedos volvieron a hacer tintinear las llaves.

- ¡Estate quieta! –siseó la vampira con un rictus en los labios. Después se serenó un poco-. ¿Por qué no vas a tu casa y cuando venga le digo a Edward que has venido a verle?

- Preferiría esperarle, gracias –frunció el ceño unos instantes-. ¿Por qué me desprecias tanto, Rosalie?

Sus ojos se encontraron durante unos instantes y Bella se dio cuenta que los de Rosalie estaban profundamente negros, al igual que las ojeras que los rodeaban. También se dio cuenta de la palidez excesivas de su rostro que hacían destacar sus rojos labios. Unos labios voluptuosos y seductores del color de las fresas rojas. Su corazón empezó a latir a más velocidad.

Bella se volvió a sonrojar al pillarse fijándose en esas cosas y agachó la cabeza para que el pelo le ocultara la cara.

- Es decir –siguió cuando era obvio que no recibiría una respuesta-, recuerdo lo que me dijiste y lo entiendo, pero no comprendo porque sigues mirándome con tanto odio.

Se atrevió a echar un vistazo a través del pelo. Rosalie le daba la espalda y tenía una pose envarada que recordaba el principio de su relación con Edward. Cuando él se sentía tan atraído por su sangre.

Suspiró frustrada y siguió jugando con las llaves, esta vez, a caso hecho. Incluso las zarandeó con violencia para que sonaran mejor.

Volvió a escuchar el siseó amenazante, pero siguió moviéndolas. No la mataría por incordiarla, ¿verdad? Edward nunca se lo perdonaría.

La belleza rubia de Rosalie se colocó a su lado y Bella contuvo un chillido, apartándose. No la había visto acercarse.

Sus labios tentadoramente rojos enseñaban los blancos y perfectos dientes completando una mueca de ira.

- Tú no sabes ni lo que dices ni lo que haces –murmuró.

Bella dejó escapar lentamente el oxígeno, mareada por aquella mirada oscura y peligrosa.

- ¿Qué quieres decir?

La vampira acercó un poco más su rostro al de ella, hasta que las narices casi se tocaran. Los ojos de Rosalie se cerraron con lentitud y aspiró delicadamente. Bella contuvo un estremecimiento sin saber muy bien porque su corazón latía a tanta velocidad.

- Estoy hambrienta –susurró Rosalie.

Bella tragó saliva y empezó a temblar. Tenía que salir de aquella casa cuanto antes y alejarse de la extraña criatura que tenía a su lado. Se puso en pie de golpe, procurando no rozar a la otra. Rosalie le siguió el movimiento.

Los ojos negros de la vampira la fulminaban e hipnotizaban. Bella se veía completamente perdida en ellos y quizá, eso era lo que más la hacía temblar.

- Rosalie, tengo que irme.

- No –gruñó la aludida-. Aún no.

La chica humana intentó escaparse por uno de los laterales, pero Rosalie se lo impidió agarrándole de la nuca y levantándole el rostro para dejar visible el cuello. Bella jadeó por la sorpresa y el terror. Rosalie no hizo caso alguno a esto, se inclinó hacia el atrayente cuello de la chica, al que rozó suavemente con los labios.

- ¡Rosalie! –exclamó Bella, intentando empujar a la otra, pero era como mover una roca-. ¡Suéltame!

Durante unos segundos, los labios permanecieron cerrados contra el cuello, después, la húmeda lengua lo recorrió con ardorosa lentitud. Bella jadeó sin querer admitir que lo que sentía en aquel momento no era para nada miedo o repugnancia. Los dedos se abrieron de golpe y las llaves cayeron al suelo.

Rosalie se apartó de golpe con el rostro congestionado por el dolor. Sus ojos volvieron a encontrarse. Desapareció.

Bella parpadeó consternada mientras intentaba tranquilizar su alborotado corazón. Decididamente debería haber esperado a estar segura de que estaba Edward en la casa antes de entrar.

De camino a la casa de Charlie, no pudo evitar que los dedos recorrieran con suavidad el cuello, donde los labios rojos de Rosalie habían dejado una marca que perduraría.